EL DILEMA DEL PRISIONERO

Un dilema que os dará muchos quebraderos de cabeza y que,
seguro le plantearéis a vuestros padres y profesores en
la Universidad es el siguiente: ¿Qué debo hacer para conseguir
un buen puesto de trabajo, una mejor posición, para ser
reconocido o simplemente, para ser feliz, cooperar o competir?

Yo no tengo una respuesta definitiva, para responder a
este dilema. Acerquémonos a la Universidad de Princeton,
al término de la II Guerra Mundial. Allí en sus departamentos
se encuentran trabajando el matemático John Von Neumann y
el economista Oskar Morgenstern.
Conjuntamente han elaborado una sofisticada teoría,
la Teoría de Juegos, entre cuyos postulados se encuentra
un dilema al que han denominado “El dilema del prisionero”.
La idea central de este dilema dice: Imaginemos que
dos personas, sospechosas de haber cometido un robo en
complicidad, son detenidas por la policía y encerradas en
celdas separadas. Cada sospechoso puede hablar o permanecer
en silencio. Las opciones posibles son éstas: 1) Si uno habla
y su cómplice no, el primero sirve de testigo acusador del otro,
al que le caerían veinte años de cárcel, mientras él quedaría
en libertad. 2) Si ambos hablan, los dos irían a prisión por
cinco años. 3)Si ambos permanecen callados, los dos van a la
cárcel por un año, acusados de tenencia ilícita de armas.

Pensemos que un preso realiza la siguiente reflexión:
si el otro habla y yo me quedo callado voy a la cárcel
durante veinte años. Pero si hablo yo también, reduciré
la pena a cinco años. Y si hablo y el otro se queda callado,
entonces quedaré libre. Está claro que lo que me interesa es hablar.

Pero si resulta que el otro llega a la misma conclusión,
es evidente que tomará la misma decisión; hablar. No obstante,
les caerá una pena de cinco años a cada uno, y tendrán tiempo
de lamentarse de a dónde les ha conducido su inteligencia.

Lo que se pretende con este dilema es que comprendamos
que cada uno de nosotros tiene dos elecciones básicas: puede
actuar cooperativamente o competitivamente. Cuando todos
actúan cooperativamente, cada uno consigue mejores
resultados que cuando todos actúan no cooperativamente.

Parece claro que actuamos competitivamente por desconfianza,
pensamos que una vez que yo he escogido mi estrategia,
el otro consigue siempre mejores resultados jugando
competitivamente en lugar de cooperativamente.

Para evitar las consecuencias perjudiciales que tiene este
planteamiento, John Nash propone un esquema de arbitraje:
Cuando dos personas negocian, existe una situación de
equilibrio que es la que más beneficia a ambas partes.
Llegado el caso, y os veáis metidos en algún conflicto,
pensad cuáles son las soluciones que más equilibrio reportan a
cada una de las partes implicadas.

EL CONOCIMIENTO A PARTIR DE LOS LÍMITES

SEMINARIO DE INNOVACIÓN EDUCATIVA (2004-2009) PROYECTO ¡ VUELA !

PROYECTO ¡VUELA!
(Conferencia expuesta en el salón de actos del C.P.R. de Mérida en junio de 2004)

Recuerdo escenas de aquellas películas, en blanco y negro, en las que aparecían los pioneros de la aviación, muchos de ellos terminaban estrellándose a pocos metros de su lugar de despegue.

Eran aventureros que sin tener una fe ciega en los cacharros que utilizaban, sin embargo, tenían una motivación tan poderosa que estaban dispuestos a arriesgar sus propias vidas en el intento.

Recuerdo especialmente uno de estos cacharros voladores que tenía tres alas batientes, como si para volar no sólo hicieran falta alas sino que, además, debían ser movibles. Resultaba ingenuo en su construcción pero férreo en el afán de su piloto por querer elevarse.

También nuestro proyecto de innovación educativa es un cacharro volador -no estamos seguros de que pueda volar- que tiene tres alas batientes o modelos. La primera es un modelo de optimización de recursos, la segunda es un modelo de formación y la tercera, un modelo de relaciones institucionales. Además hemos ideado un túnel de viento para poner a prueba los artilugios que vayamos construyendo, lo llamamos Laboratorio Tecnológico y es fundamental para el desarrollo de nuestro centro.

El modelo de formación está constituido por tres piezas principales (grupos de iniciación, aplicaciones y creación). Los miembros de cada grupo pueden pasar de uno a otro a lo largo del curso. Para paliar la saturación de actividades que genera esta estructura, hemos incluido dos piezas correctoras (un grupo encargado de organizar actividades y grupos de trabajo por la mañana, en las horas de reunión de departamento). La idea es que la producción de trabajos que genere el proceso de formación tenga salida en la exposición, publicación, creación de materiales, etc. De igual forma, aquellos profesores que no puedan venir por la tarde, pueden estar en contacto con las TIC´s elaborando las páginas web de los departamentos, o desarrollando proyectos con metodologías complementarias.

El modelo de optimización de recursos consta de una serie de propuestas para mejorar el uso de las aulas informáticas. Una de las conclusiones que hemos sacado sobre su funcionamiento, es que existe una relación proporcional entre el grado de implicación de toda la comunidad educativa del centro y el grado de optimización de las infraestructuras. Si el inconveniente que tenía el modelo anterior era el de la saturación informativa, en este caso el peligro está en la apatía.

La tercera ala batiente de nuestro proyecto es el modelo de relaciones institucionales. Este modelo es fundamental, hasta el punto de que si funciona, funcionan los otros dos. Por ejemplo, si las relaciones con las administraciones son eficaces y fluídas, entonces funcionan los modelos de formación y de optimización.

Hoy es un día feliz porque hemos sido capaces de construir y probar nuestro artefacto volador, no es momento de hablar de los problemas con los que nos hemos tropezado. Además, sin problemas no existe el reto de la superación y como les ocurrió a los pioneros de la aviación, sin el fracaso no hubieran podido perfeccionar sus máquinas.

Extremadura está en un momento crucial para poder despegar. Si lo hacemos mal estaremos construyendo un Gran Zeppelin, uno de aquellos dirigibles que surcaban los cielos del mundo, grandes globos que eran muy vulnerables y sucumbieron en espectaculares accidentes: muchos ordenadores en las aulas, muchos programas, mucha saturación y mucho hastío. Si lo hacemos bien, podremos alcanzar la luna.